Nací al amparo de las montañas del volcán Turrialba, un paisaje que moldeó mi imaginación y me enseñó a buscar historias, siempre. Desde niña, las palabras han sido mi forma de explorar el mundo y de descubrir las luces y sombras de las que pocos quieren hablar.​Escribir, para mí, es un ejercicio personal de encuentro, una búsqueda constante entre lo que ilumina y lo que oculta, porque creo que en la oscuridad es donde encontramos las mejores partes de nosotros mismos.​Mis obras, desde Danza Macabra hasta la saga que comenzó con Aire, han nacido de ese diálogo con las sombras. Cada página es una invitación a cruzar umbrales hacia lo profundamente humano.Publicar, en cambio, es el momento de tender un puente, de conectar esas historias íntimas con la comunidad que les da vida al leerlas.​Más allá de las páginas, he encontrado en los debates culturales, la crítica literaria y el trabajo en comunidad formas de expandir esa búsqueda. Las historias son un espacio para compartir preguntas, para desafiar la realidad y revelar lo que somos y lo que podríamos ser.​Escribir es descubrir, y publicar es compartir ese hallazgo. Cada lector que cruza el puente de una historia descubre y abraza partes nuevas de si, y en ese encuentro está el verdadero poder de las palabras.